sábado, 13 de septiembre de 2008

Stendhal, sobredosis de belleza

La percepción en demasía de la belleza puede resultar perturbadora para la estabilidad emocional, como muestran los efectos del Síndrome de Stendhal. Seis artistas valoran el asunto y aportan sus personales experiencias sobre el fenómeno.

El día 22 de enero de 1817, Henri Beyle, un francés de 34 años, empleado en la intendencia militar y decidido a convertirse en escritor, anota en el diario que está llevando en Italia y que piensa convertir en libro: “Florencia, 22 de enero de 1817. Anteayer, bajando el Apenino para llegar a Florencia, mi corazón latía con fuerza. ¡Qué disparate!”.

En 1979, la psiquiatra y psicoanalista Graziella Magherini, directora del Departamento de Salud Mental de Florencia y del Servicio Psiquiátrico del Hospital de Santa María Nuova, describía los síntomas del padecimiento que denominó Síndrome Stendhal y que diagnosticó por vez primera en 1982. Sudores, taquicardia, desvanecimientos, un incontrolable estado de ansiedad o, por el contrario, de postración. Euforia mezclada con desorientación, sentimiento de aversión a una pieza e, incluso, irreprimible deseo de dañarla. Demasiada belleza puede acabar siendo perjudicial.

Este asalto a la salud, que sigue produciéndose hoy, ha sido muy propiamente calificado de “sobredosis de belleza”. Un mal ciertamente exquisito. Lo más llamativo es que en la ocasión en que se esperaría brotase el placer estético... salta el desafío desde el otro lado, provocando el momentáneo hundimiento emocional del sujeto, ahora convertido en víctima. Mucho antes, en 1919, Sigmund Freud, en sus incursiones por las interioridades de la mente humana, había hablado, en su artículo “Lo siniestro”, de algo que podría tener relación con esto, cuando apuntaba la existencia de un no explicitado lazo entre la creación artística y el sentimiento de lo ominoso, suscitador de angustia y terror.

Seis artistas actuales revelan en este número de Descubrir el Arte en qué grado han sido víctimas de este fenómeno, y cómo combatirlo. Para Cristino de Vera, el secreto es ser humilde y observar la obra de arte como a un árbol milenario. “Tú no le miras a él, es él quien te mira a ti”. A Eduardo Arroyo el dulce veneno de lo bello no le afecta, su antídoto es sentir siempre esa emoción, esa alerta que es parte del trabajo del artista.

Guillermo Pérez Villalta, tras su estancia en Roma, ha desarrollado lo que él bautiza como el síndrome anti- Stendhal: vivir el arte como una soberbia cotidianidad.

Rafael Canogar sólo sintió esa ansiedad “maravillosa” en una ocasión, en EL MoMA de Nueva York. Por su parte, Juan Antonio Aguirre se rinde siempre frente a la poderosa fuerza del color, y a Soledad Sevilla le produce gran placer ver como las dos dimensiones del lienzo son capaces de descomponerse y expandirse en el espacio.

Por José María Solé y Kristian Leahy.


Este artículo fue publicado en la revista Descubrir el arte nº 114,en la sección Teoría del arte

martes, 9 de septiembre de 2008

Ariel Torres
La compu

"En esta casa siempre hay plata para libros"


Publicado en el diario La Nación el viernes 29 de agosto de 2008

Cuando mis padres lograron comprar su primera casa, el mensaje desde la comandancia general, es decir, mi madre, fue claro: "De ahora en más, no habrá dinero para lujos durante un tiempo bastante largo. Hay que pagar la casa". Hoy no puedo estar más agradecido con ese estilo acre, realista y transparente de manejar las finanzas familiares que tenía mi madre. Aunque fuéramos pequeños, nos informaba cómo y por qué la situación económica de ese año nos afectaba a todos en general y a mí y a mi hermano en particular, y qué decisiones se habían tomado en las altas esferas para capear el temporal o disfrutar de las ganancias.

También aprendí, sin sermones, que el dinero es sólo dinero, una parte en una ecuación. La otra es que el dinero no crece en los árboles, ganárselo cuesta bastante esfuerzo, y muchas veces no es el número en el billete lo que consigna su verdadero valor, sino lo que nos costó obtenerlo.

Creo que es gracias a la estricta, clara e inquebrantable conducta financiera de mi madre, aplicada a rajatabla desde que entramos en la escuela primaria, que pude luego administrar tanto la escasez como la dorada medianía de la que habló el poeta Horacio. Y hacerlo con la serenidad que ella me enseñó. Ahora que ya no está, no dejo de pensar en cuánto uno se queja de lo que los padres hacen, más sabios que uno, por nuestro bien.

De manual

Sin embargo, la más importante de las lecciones acerca del dinero me la dio mi padre. Mientras estábamos pagando aquella casa, descubrí los libros. Peor todavía, un par de años después descubrí las librerías. Después dicen que el dinero no puede comprar la felicidad. Por favor. Qué frase hueca.

Había migrado de los juguetes a los libros, pero ambos tenían el mismo estigma: una etiqueta con un número precedido por el signo pesos. Ese número solía estar a varias unidades astronómicas de los vueltos con los que me autorizaban a quedarme por los servicios de ir al almacén o la panadería. O lo que ahorraba sacrificando las gaseosas, otra de las estrategias de mi madre para inculcarnos la cultura de ganarnos el dinero.

En fin, era una situación crítica. Los libros que más me gustaban eran totalmente inalcanzables. Esto me hizo sufrir algún tiempo, dándole vueltas al asunto, hasta que alguna obra particularmente atractiva de esas que por entonces me quitaban el sueño (dinosaurios, el sistema solar) me inspiró para poner en práctica una táctica que poco a poco iba depurando: pedirle plata a mi padre en lugar de acudir al oficial financiero de la familia. Sabía cuál iba a ser su respuesta, pero no perdía nada con intentarlo. Quería ese libro.

Me llevé una sorpresa, no obstante, y una lección para toda la vida. Un día, cuando llegó del trabajo, le planteé el problema; no era necesario que le explicara que solicitar dinero en la caja no era una opción en esos tiempos de vacas flacas. Quizá, no lo recuerdo, tampoco quería privarlo de la salida previsible: "Hablalo con tu madre". Pero me dijo otra cosa, muy diferente, muy inesperada: "Ariel, en esta casa siempre hay plata para libros". Unos días después me acompañó a comprar el libro. Felicidad pura.

Con el tiempo aprendí el verdadero alcance de aquella frase. Va más allá del placer de la lectura, e incluso más allá de los libros.

Supe también, esto es obvio, que incluso con la mejor de las voluntades a veces uno puede no tener el dinero para comprar cierto libro lujoso, y que para muchas personas el dilema no es alcanzar un volumen, sino una comida. Pero también es cierto que muchas de estas cosas las aprendí leyendo. En bibliotecas públicas, a menudo.

Y antes de que se me acuse de enciclopedista, fanático de la erudición o algo así, diré que he conocido gente muy sabia que no había leído ni medio libro, y gente verdaderamente siniestra con una cultura envidiable. Creo que la cultura es una forma de felicidad, no la sanación mágica de personalidades rotas, intelectos oxidados y espíritus superficiales. En esta nota que escribí para el lanzamiento de adnCultura hay una impresión bastante completa de lo que pienso al respecto: www.lanacion.com.ar/933205 .

Wikipedismo

El mensaje no dicho de aquella lección de mi padre era que el dinero que se va en libros es una inversión, no un gasto. Lo que no me dijo, posiblemente porque era demasiado chico para comprenderlo por completo, es que lo que desembolses en libros volverá multiplicado. Los motivos que he cosechado a lo largo de casi cuatro décadas son numerosos. Cuanto más leés, más te gusta leer. Cuanto más leés, más sabés, y cuanto más sabés, más preguntas te hacés. Te volvés curioso, y la curiosidad es como la fe, mueve montañas. Pocas fuerzas del intelecto son tan poderosas, y es alimento constante de la imaginación.

Al leer descubrís que el 99% de las ideas que se te ocurren ya las pensó alguien antes, y entonces te esforzás más. Así, tal vez, y sólo tal vez, aportes una buena idea a la sociedad, lo que te hará sentir orgulloso, pero no demasiado orgulloso, precisamente porque ahora sabés que otros aportaron docenas.

Cuanto más leés, más te das cuenta de que ciertas cosas que pasan hoy en tu vida, en tu barrio o en tu nación ya han acontecido millones de veces antes, y con esto te volvés autocrítico y crítico con tus colegas, tu entorno y tus representantes. Se te hace posible optar.

En este punto, poco importa el libro como objeto que uno atesora. Nos quejamos de que los chicos no leen, o que leen fragmentariamente y en la Web. Bueno, he descubierto un nuevo juego, casi un vicio, y es perfectamente compatible con aquel buen consejo que me dieron en la infancia. Por añadidura, no hace falta gastar un centavo, aunque los adultos tal vez debamos hacer un esfuerzo de otra índole.

Cuando vengo leyendo un artículo en la Wikipedia ( www.wikipedia.org ) y me encuentro con alguna palabra o concepto que no conozco, le doy clic con la ruedita y se abre el artículo correspondiente en una nueva pestaña. Es genial, como una enciclopedia de papel que no te obligara a levantarte de la silla para buscar el tomo 9, después el 3, luego el 12, y así. Es, digan lo que digan, perfecta. Una adicción anclada en la curiosidad. Luego de varias horas, el navegador tiene dos docenas de pestañas abiertas. Cada una de las cuales, desde luego, tiene nuevos links en azul de cosas que uno no sabe...

Igual de interesante o quizá más, uno empieza en Voltaire y termina, no sabe cómo, en las dimensiones de la corona solar, los tengu o demonios japoneses, los idiomas esquimales o la batalla de Verdún.

Hay dos problemas, sin embargo, que obstaculizan el camino para que los más chicos se suban a esta nueva forma de abrirse camino por las enciclopedias. Primero, hay más de 2,5 millones de artículos en la versión en inglés de Wikipedia, frente a los casi 400.000 en español. ¿Quiere que sus hijos lean, que no caigan en las garras de la ignorancia, estimular su curiosidad y sus infinitos bienes, que puedan en el futuro juzgar por sus propios medios y desentrañar la verdad de la mentira, o al menos del embuste torpe? Entonces ayudaría colaborar con la Wikipedia en español. Aquí hay un link con información al respecto: http://es.wikipedia.org/wiki/Ayuda:C%C3%B3mo_puedo_colaborar

El segundo problema es que Wikipedia es demasiado académica para los más chicos. Quizá sea el momento de pensar en una Wikikids, Wikichicos, MiniWiki, una enciclopedia libre que inicie a los más pequeños en la posibilidad de adquirir conocimientos de esta forma dinámica, confortable y sencilla que los adultos no podíamos ni soñar, pero con menos texto y más imágenes.

No me refiero a los esfuerzos educativos que abundan y son loables, sino a una enciclopedia libre para chicos, una versión de la Wikipedia apta para los que empezaron hace poco a leer. Sin programa. Como un juego donde el tesoro que buscamos alcanzar es saber un poco más del mundo, de nuestra civilización, nuestra cultura u otras, del pasado, y hasta de los posibles futuros.

No es fácil y supone desafíos que la Wikipedia no conoce, para no exponer a los niños a conocimientos que podrían perturbarlos.

Pero si es verdad que los chicos están programados para aprender, si la curiosidad es natural en ellos, y ambas cuestiones parecen ser irrefutables, ¿no sería éste el juego más fascinante de todos?

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Esta poesía se la robé al padre Salvador que a su vez se la pasó un amigo.
Es anónima.

SE PUEDE , MI AMIGO/A.

Si me ves cansado fuera del sendero,
ya casi sin fuerzas para hacer camino.
Si me ves sintiendo que la vida es dura,
porque ya no puedo, porque ya no sigo.
Ven a recordarme como es un comienzo,
ven a desafiarme con tu desafío.

Muéveme en el alma, vuélveme al impulso,
llévame a mi mismo.
Yo sabré entonces encender mi lámpara
en el tiempo oscuro, entre el viento frío
Volveré a ser fuego desde brasas quietas,
que alumbre y reviva mi andar peregrino.

Vuelve a susurrarme aquella consigna
del primer paso para un principio.
Muéstrame la garra que se necesita
para levantarse desde lo caído.
Si me ves cansado fuera del sendero,
sin ver más espacios que el de los abismos...

Trae a mi memoria que también hay puentes,
que también hay alas que no hemos visto.
Que vamos armados de fe y de bravura,
que seremos siempre lo que hemos creído.

Que somos guerreros de la vida plena,
y todo nos guía hacia nuestro sitio.
Que un primer paso, y que un nuevo empeño,
nos lleva a la forma de no ser vencidos.

Que el árbol se dobla, se agita, estremece,
deshoja y retoña, pero queda erguido.
Que el único trecho que da el adelante
es aquel que cubre nuestro pie extendido.
Si me ves cansado fuera del sendero, solitario y triste, quebrado, herido...

Siéntate a mi lado, tómame las manos,
entra por mis ojos hasta mi escondrijo.
Y dime: SE PUEDE e insiste, SE PUEDE,
hasta que yo entienda que puedo lo mismo.
Que tu voz despierte, desde tu certeza,
al que de cansancio se quedo dormido.

Y, tal vez, si quieres, préstame tus brazos,
para incorporarme, nuevo y decidido.
Que la unión es triunfo cuando,
hombro con hombro vamos,
í SI, SE PUEDE !,
con el mismo brío.

Si me ves cansado fuera del sendero,
lleva mi mirada hacia tu camino ...
Hazme ver las huellas, que allá están marcadas,
de un paso tras otro por donde has venido.

Y vendré contigo una madrugada,
la voz insistente para un nuevo inicio.
Que abriré otro rumbo porque si he creído,
que siempre se puede SE PUEDE ,
mi amigo/a"

Michaël Dudok de Wit


Michaël Dudok de Wit es un ilustrador y animador nacido en Holanda en 1953.Trabaja con una técnica impecable y a mano.En tintas y acuarelas ,y de inspiración oriental.Sus cortos además de ser bellísimos han sido reiteradamente premiados,incluídos nominaciones a un Oscar,y los siguientes premios ,Cesar Awars ,un Academy Award,a Bafta Award,y Grand Prix de Annecy .De él son cuatro de los videos que subí.El monje y el pez,Padre e hija, Tom Seep y el último que realizó El aroma del te,éste último realizado con te.

La dirección de su sitio es ésta ,aunque momentáneamente se encuentra fuera de servicio
http://www.dudokdewit.co.uk/